Monday, May 3, 2010

CRÍTICA

Skay y Los Seguidores de la Diosa Kali:
¿Dónde vas?


Lo primero que impacta al enfrentar ¿Dónde vas? -el cuarto álbum solista de Skay Beilinson- es la tapa, una nueva creación magistral de Rocambole, realizada en forma artesanal: un reloj de arena, con arena auténtica que se desliza rápidamente de un bulbo a otro, sobre una cara angustiada que amenaza convertirse en calavera. La imagen solía figurar en las banderas piratas para simbolizar el paso del tiempo y su consecuencia última: la muerte. Justamente, la fugacidad de la vida y la amenazante presencia de la parca es una constante en la obra de Skay, desde aquel riff contagioso que enmarcaba la "Oda a la sin nombre" en su primer álbum, A través del Mar de los Sargazos (2002).
 
La otra temática recurrente, que es un poco el hilo conductor de su nueva obra, son los viajes, y los cambios que éstos producen en la conciencia, lo que convierte la obra misma en algo así como un diario de viajero ("Bitácora" era otro de los títulos posibles para el disco). ¿Dónde vas? debería traer un merecido reconocimiento para la obra solista del guitarrista redondo. Y no tanto porque sea un álbum diferente de los anteriores (aunque probablemente es el más consistente en todo sentido), sino simplemente por una acumulación de trabajo que ostenta un parejo nivel de excelencia. 

En este caso, se nota además el asentamiento de su banda Los Seguidores de la Diosa Kali, luego de dos discos y un gran número de shows, con una química grupal que va definiendo una auténtica personalidad colectiva, y no ya simplemente el acompañamiento de un solista (de hecho, el bajista Claudio Quartero incluso participa en la composición de dos temas). Skay y su coproductor e ingeniero, Joaquín Rosson -el mismo del anterior, La marca de Caín-, han favorecido un sonido compacto, con pocas sobregrabaciones, explotando al máximo cada uno de los elementos y el ajuste de la banda. 

Los únicos invitados (dos integrantes del grupo Xeito Novo) aparecen en el tema "La luna en Fez", que -además de la influencia del reciente paso del guitarrista por Marruecos- refleja su eterna fijación con la música del Medio Oriente. A partir de allí, el viaje se despliega en distintas direcciones. 

Temas como "El viaje de Mary" y "Lejos de casa" recuerdan la primera época de los Redondos, mientras que "Tarde de lluvia" (que toma a Manal como fuente de inspiración) nos devuelve a Buenos Aires con sus calles cargadas de humedad, sobre un misterioso fondo de theremin. "Aves migratorias" se asienta en un riff de guitarra twang a lo Duane Eddy, y "La rueda de las vanidades" desemboca en un estribillo con una bella melodía circular. Los dos temas que cierran el álbum resumen el espíritu del trabajo, y de su creador. "La pared rojo lacre" tiene un lírico comienzo acústico, que estalla sorpresivamente en una eléctrica elegía: "Un torbellino a tu alrededor, átomos y estrellas giran sin parar... ¡despierta corazón!", canta el hombre cuya guitarra fue definida justamente como el corazón que hacía latir a los Redondos. "Aplausos en el cosmos" camina sobre una marcha que ya es una de las características de Skay, que describe -sin exaltar ni denostar- el paso de nuestra especie, que "avanza ciegamente" pero nunca ha "dejado de creer en la bondad y en el amor". Al final, el pulso de un reloj marca el avance inexorable del tiempo, recordándonos que este es un viaje con los días contados.

Por Claudio Kleiman 

Fuente: Revista Rolling Stone de Argentina.

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