Monday, October 4, 2010

Aroma de mujer: La herencia del folclore

Roxana Carabajal, Mariana Baraj y Silvia Iriondo. Tras la huella de Mercedes Sosa, con sus diferentes propuestas estas cantantes y compositoras pisan fuerte dentro de un género que, hasta no hace mucho, tenía un molde casi exclusivamente masculino.   


Hace exactamente un año, la muerte de Mercedes Sosa dejaba a la música popular argentina sin su voz de referencia por excelencia, y por continente de esa no tan habitual combinación de calidad y popularidad. 

Intérprete de los más grandes poetas y compositores argentinos y latinoamericanos, la Negra fue el emblema de varias generaciones del folclore local, caracterizadas por la presencia casi marginal de la mujer en el rol de compositora o instrumentista.

Por distintos caminos, Silvia Iriondo, Mariana Baraj y Roxana Carabajal son parte de un fenómeno que vive el folclore argentino por estos días, signado por la irrupción de una sorprendente cantidad de mujeres que rompen, de algún modo, aquella hegemonía, en la que nombres como el de Leda Valladares, Suma Paz y Perla Aguirre, a los que más adelante se sumarían Teresa Parodi y Verónica Condomí, entre otros, emergían como excepciones.

Nómina a la que se pueden agregar Suna Rocha, Liliana Herrero, Marina Santillán, Lorena Astudillo, Mónica Abraham, Melania Pérez, Sara Mamani y Yamila Cafrune, sólo para empezar.“El panorama está cambiando. Están surgiendo voces nuevas, y compositores jóvenes. Existe un interés y una revalorización del folclore. Es algo nuevo. Apareció el reconocimiento de un valor en la música de nuestro país, que se había perdido”, señala Iriondo, quien hace un par de meses lanzó su versión del clásico de Félix Luna y Ariel Ramírez, Mujeres argentinas, asociado indisolublemente a la interpretación de Mercedes Sosa. No obstante, la cantante anuncia que en sus planes asoma un álbum con temas propios, que de algún modo cerraría un ciclo. “Después del primer disco, necesité encontrarme con el repertorio folclórico para poner ahí lo mío. En el próximo, Pasionaria, voy a poder volver a mostrar lo mío sin temor”, amplía.

“Lo que yo noto es que le cuesta mucho salir, a la mujer”, agrega Carabajal, cuyo nuevo CD, Mujer santiagueña, lleva cinco títulos de su autoría. Es el resultado de un proceso que le llevó varios años tratando de quitarse la mochila de su apellido, además de las dificultades que le acarreaba su condición. “Hasta donde yo recuerdo, durante mi infancia la única mujer que tenía presencia en la canción era Juanita Simón. Después, hubo una brecha de mujeres cero. Es complicado en Santiago el tema de la mujer cantora”, admite. 

Un estigma que, Baraj sostiene, se puede extender a todo el país, donde “las mujeres eran más medidas a la hora de decir sus cosas”, aunque reconoce que el tiempo lo fue modificando. “Pienso que eso tiene que ver con la necesidad de expresarse con ideas más acordes a lo que uno vive”, reflexiona.

A su modo, cada una de las tres aborda el género sin culpas a la hora de introducir su propio sello. Sonoridades, armonizaciones, orquestaciones que, planteadas desde la necesidad de una nueva perspectiva, encuentran un límite en el respeto por algunos rasgos innegociables del género.

“Hay cuestiones vinculadas al modo en que fue concebida la obra que son inmodificables. Si una va a cantar una zamba de Cuchi Leguizamón, puede no respetar la forma, la orquestación original, hasta la armonía. Pero la letra, la poesía y la melodía no admiten cambios”, declara Baraj. 

Concepto al que Iriondo adhiere, a partir de su respeto a la esencia, a lo distintivo del “folclore de nuestro país”. “Todo eso que hace de nuestro folclore algo único, singular, aporta a las músicas universales”, dice. 

Las mismas músicas de las que se nutre a la hora de armonizar sus canciones. Y a la hora de superponer ritmos afro con los locales, en un plan que Baraj también explora desde hace tiempo. 

Siempre, manteniendo la “estructura”, símbolo de esa esencia a la que “la sociedad se va adaptando”, según Carabajal. “No es al revés. La esencia no cambia. El rancho sigue existiendo, más allá del progreso”, dispara.

“Aunque se mezcle con lo urbano, sigue siendo folclore. Porque el folclore habla justamente de eso: de la relación del hombre con la naturaleza, con el paisaje, con el humor, con el desarraigo”, suma Iriondo. 

Bajo esas condiciones, la cantante asegura que “cada uno se puede mover dentro de las pautas necesarias que le permitan expresar aquello que quiera decir”. 

Idea a la que Baraj se acopla. “Para mí, en el arte vale todo”, dice, antes de que Iriondo concluya: “Es muy interesante que la gente joven se interese por hacer la música de nuestro país. Eso es un hallazgo. Las pibas, los pibes se sienten atraídos por algo propio. Y lo propio se puede desacralizar, porque es de uno”.


Fuente: Clarin.com
Foto:Archivo.

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