Tuesday, September 28, 2010

La obra del Cuchi, tan viva y eterna

Sus canciones, como "Maturana", suenan hasta en el mítico Village Vanguard de Nueva York: se multiplican los tributos, a 10 años de su muerte  

  
La obra del Cuchi Leguizamón no tiene fecha de vencimiento. Sus melodías, que cobraron la categoría de lo anónimo popular (la máxima expresión que puede alcanzar una pieza musical, según Yupanqui) forman parte de la identidad evolutiva de la música de raíz folklórica argentina. Hoy se cumple el décimo aniversario de su muerte, en Salta, su ciudad natal, pero obras como "Maturana", "Zamba del carnaval", o "Balderrama", le dieron la eternidad. 

Su música, amasada entre bagualas, la forma de hablar en los mercados, la admiración por Schoenberg y sus andanzas por los Valles Calchaquíes junto al poeta Manuel J. Castilla, encuentra por estos días un nuevo ciclo de reconocimiento artístico: discos y conciertos tributo. 

Difícilmente, el Cuchi Leguizamón hubiera imaginado que su obra sonaría en el mítico Village Vanguard de Nueva York y sería disfrutada y comprendida por la avant- garde jazzera de Manhatan. El 17 de agosto último, el pianista y compositor argentino Guillermo Klein, radicado en Nueva York hace más de una década (donde cosechó prestigio y reconocimiento internacional), presentó en ese mítico club, donde tocaron de Coltrane a Bill Evans, el álbum Domador de huellas , un disco que recrea las canciones folklóricas del Cuchi Leguizamón, y que despertó los elogios de la crítica del New York Times . "Soy naíf y siento que vale la pena haberlo hecho. Pero en ningún momento me quiero subir a un caballo prestado. Yo toqué la música del Cuchi en Nueva York porque a mí me encanta, y para eso no necesitaba ponerme un poncho ni nada", advierte Klein, que junto a su grupo, Base de Nave, la cantante Liliana Herrero y los músicos americanos Miguel Zenón y Aarón Goldberg, presentarán el CD en Buenos Aires, justo el día del cumpleaños del autor salteño. 

El álbum Domador de huellas (Limbo Music-Sunnyside Records) , dedicado al revolucionario compositor argentino Gustavo Leguizamón, explora el repertorio de sus canciones, desde las más populares "La Pomeña" o "Maturana" y otras menos difundidas, como "La mulánima" o "Copla del regreso", con una mirada tan original como sorprendente. "Lo único que cambié fue el ropaje y el groove "Cada tema me llevó semanas de trabajo. Por ejemplo, «Zamba del silbador» tardé dos meses en aprendérmela. Me metí a fondo en su música. Lo que hice fue estudiarme los temas sin pensar qué iba a hacer después, y cuando empecé a tocarlos empezaron a pintar las bacterias. Entonces, comencé a imaginar a mi gente tocando dentro del tema; aparecieron los corales, las voces, los solos, los vientos, los cánones y las fugas. Sentí un montón de paralelismos con Duke Ellington, Monk, la música clásica de Debussy, y esa punzada que tienen sus zambas", reflexiona el intérprete de este disco, que está entre los mejores de 2010.  . Las melodías son bellísimas y no hay nada que tocar", cuenta Klein, en su refugio creativo de Núñez, donde vive hace un año y tiene su piano vertical, su partitura y sus lápices. El tratamiento instrumental de los temas y los arreglos son la clave de este álbum tributo a las músicas del Cuchi Leguizamón:

En el sobrio arte del disco, aparecen las palabras de Delfín Leguizamón, uno de los hijos del Cuchi, que legitimiza a Guillermo Klein: "[...] Una huella es la marca que queda. La huella es una memoria que se guarda cifrada. Es necesario tocarla, meterse con ella, trabajarla para que nos arroje sólo un poco de su verdad. Klein toca la huella del Cuchi. La interpreta, es decir, la descifra para volver a cifrar bajo los ritmos de su pluma, encontrando la cifra íntima que aquí nos entrega. El Cuchi era un tierno domador de huellas. Me lo imagino feliz: él sabría escuchar lo que aquí se cocina". 

La prueba de fuego 

El pianista y cantante estuvo en Salta hace dos años y pasó la prueba de fuego en esa tierra tocando en vivo las "protoversiones" de "Zamba del silbador" y "Zamba del laurel", entre otros clásicos. Tras el concierto, los hijos del Cuchi se lo llevaron a un asado para celebrar el tributo y le dieron su bendición. El encuentro musical con el Cuchi y esa provincia le causó una revolución solar a Klein. Dejó su casa de Brooklyn y se mudó con su mujer neoyorquina y sus dos hijos pequeños a una casona antigua en el barrio de Núñez. "Estoy muy feliz de haber regresado y de ver qué pasa acá con la música y este momento. Cuando venís de afuera, sos Gardel, pero no me interesa especular con eso porque lo único que atrae son moscas", sentencia el artista. 

El músico, que se había hecho un nombre en la competitiva escena jazzera de Manhattan (su disco Nave fue elegido uno de los mejores diez de 2008 por The groove , ese ritmo, ese color lidio de su música es nuestro. Aunque al Cuchi le pasó como a Monk, era un genio, pero muchos eran reticentes a su mensaje. Igual, en el círculo de muchos músicos, el Cuchi es Dios", grafica.  New York Times) decidió volver al país empujado por la búsqueda de sus raíces y la fiebre de esta obra irresistible. "El Cuchi es el color de nuestra música. Ese

La conexión de Klein con la música de Leguizamón empezó de la misma manera que la de muchos salteños con el compositor. No conocía su nombre, pero automáticamente quedó prendado de sus melodías. "Hace muchos años vine a tocar al país, y en ese concierto estaba la cantante Adriana Barcia. Ella me hizo un casete con los temas que le gustaban y los transcribí todos al piano. Como perdí la cajita, no sabía quiénes eran los autores. Cuando empecé a tocar en Nueva York en los restaurantes hacía las canciones de ese cassette -"Maturana", "Zamba del laurel", "Zamba del carnaval"-, pero ni siquiera conocía al Cuchi. Esa música me pegó hasta la médula y la incorporé como algo que amás", recuerda el compositor. 

Pasó tiempo hasta que recibió la llamada formal del pianista Adrián Iaies para comisionarle el proyecto de rescatar la obra del compositor salteño para el Festival de Jazz 2008. "Adrián me dijo si quería hacer un recital basándome en la obra del Cuchi. Al principio, quería ver si estaba para meterme de lleno. Son tipos para los que tenés que estar dispuesto a zambullirte en su mundo. Escuché de todo y me dieron las partituras del Cuchi. También escuché el disco que hicieron Liliana Herrero y Juan Falú, que me mató. Hace mucho que no sentía algo así escuchando música. Las versiones de «Cartas de amor que se queman» y «La serenata del 900», realmente me llegaron a la fibra íntima, justo cuando estaba pensando en volver a la Argentina". 

Las intenciones de Klein son transparentes. Se fascina desmenuzando el idioma musical y los materiales que utilizó para versionar al Cuchi. Hay algo de apasionado poeta existencialista en su discurso y de arquitecto minimalista en la forma de construir estas versiones del disco. El mérito de Klein es su empatía con ese ADN compositivo del salteño, el apetito por esas formas armónicas que revolucionaron el género y el respeto por esas melodías que llegaron al corazón de su provincia. "El Cuchi era un tipo superculto y, a la vez, bien de la tierra. En eso lo veo muy parecido a Duke Ellington. Uno escucha los temas del Cuchi y son clásicos, pero a la vez es muy abstracto y complejo. Su música es completa en sí misma y me dio otra idea del folklore. Era un tipo capaz de hacer cantar a mucha gente sin que supiera quién era él, y a nivel armónico-melódico, sus formas son perfectas. Nada me pegó tanto como su música".

-¿Cómo pensás que puede ser recibido este disco tributo

-No tengo idea de lo que pueda pasar con este material. Cuando tocamos en el Vanguard, nos sorprendió la efusividad que nos mostraron con su música. En Salta, la recepción fue increíble y la gente estaba muy perceptiva. Lo importante es pensar en el presente, porque el Cuchi es un artista del presente. Siento que el mundo musical del Cuchi es tan fuerte que se impone...si vos te entregás.

Un homenaje en el nombre del padre 

Leguizamón por Leguizamón se llamará el homenaje que se realizará en Salta, recordando el décimo aniversario del fallecimiento del artista. Luis Leguizamón, cantante e hijo del compositor, interpretará clásicos de la obra de su padre en el espectáculo Corazonando . Pasado mañana, a las 19.30, se presentará en la Casa de la Cultura de Salta, y el 1° de octubre, en Cafayate. Como músicos invitados estarán Pablo Fraguela (piano) y Juan Carlos Marín (bandoneón). También se proyectará el documental Cuchi, de José Issa.

LOS OTROS DISCOS 

QUE PODÉS ESCUCHAR
  • Lorena canta al Cuchi (1999). Disco que inauguró el rescate de la obra del autor de "Balderrama" en esta última década, que incluye una selección de temas de Leguizamón con distintos poetas. Un trabajo austero y de notable belleza.
  • Leguizamón-Castilla (2000). El tributo de la cantante Liliana Herrero y el guitarrista Juan Falú se transformó en una brújula interpretativa. El repertorio incluye la obra de la dupla que formaron el músico Cuchi Leguizamón y el poeta Manuel J. Castilla.
  • Cuchicheando (2009). El guitarrista Quique Sinesi ofrece un lúcido homenaje con piezas clásicas y obras inéditas del músico.
  • Cinemateca Finlandesa (2010). El disco del pianista Adrián Iaies y la cantante Roxana Amed no está dedicado íntegramente al Cuchi, pero reversiona con sugestiva cadencia un buen número de piezas en clave jazzera, como "La arenosa", "Balderrama", "Zamba del laurel" y "Zamba de Lozano". 
Por Gabriel Plaza
De la Redacción de LA NACION  

Fuente:  LaNacion.Com
Foto: Archivo.

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