"No es blues ni rap / No es avant-garde / No es bosta & stone...", aguijonea Mariana Bianchini en "¿Querés bailar conmigo?".
Y tiene razón. Panza funciona como una de esas bandas (casi extintas) que son imposibles de clasificar.
La lista de sus influencias es interminable: Cream, Led Zeppelin, King Crimson, Genesis, Zappa, Skunk Anansie, The Police, Bowie, Mike Patton, Buckethead, Reeves Gabrels, Porcupine Tree, Radiohead, Foo Fighters, entre otras.
Pero Panza logra sonar actual e irremediablemente a Panza.
La madre de todos los picantes encarna a la perfección la exuberancia creativa del cuarteto.
Se trata de tres discos en los que la banda descompone sus personalidades y las potencia.
Caramelo (CD 1) está orientado al formato más amigable del grupo, con el acento puesto en melodías accesibles -aunque siempre con pulso rockero, arreglos múltiples y pasajes instrumentales de alto vuelo-; Pomelo (CD 2) reúne composiciones más sinuosas y desarrolladas, con más solos y letras más angustiantes; y Ají (CD 3) libera toda atadura y propone sucesivos recorridos instrumentales en los que se suma un pelotón de solistas de jazz (todo sazonado con recitados mordaces y delirantes).
Con toneladas de ideas, musicalidad, riesgo, algún altibajo (lógico en una obra tan exuberante) y cierta redundancia en letras que apelan al imaginario infantil o la autocelebración, La madre... demuestra que un disco -en este caso ¡triple!- todavía puede ser una aventura vital y profundamente enriquecedora.
Por Sebastián Feijoo.
Fuente: Revista Rolling Stone de Argentina.
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